martes, 9 de agosto de 2011

Si

- - ¿Te paso otra cerveza?

- - Sí.

Así comenzaron mis 24 horas diciendo que sí, prometedor. Me encontraba en mi casa bebiendo con un amigo, que justo unos días antes había cruzado esa barrera de los simples amigos para convertirse en un amigo más cercano. La plática, giró en torno a ellas…está bien lo admito, sólo yo hablé de ella, él ya había tenido suficiente de ellas. Después de dos six de cerveza y no sé cuántas más en una cantina, de esas en las que sí atienden a mujeres, finalmente el sueño nos venció.

Al día siguiente yo tenía que presentarme a jugar fútbol, no podía faltar, resguardo la portería y soy indispensable…soy el único que se atreve a jugar bajo los 3 palos. Como de costumbre perdimos, siempre enfrentando la frustración de esa frase que ya es habitual: “este juego estaba para ganarse”.

Estaba ansioso de que llegara la noche, una amiga por fin logró entrar a la Universidad y era motivo de festejarse, desde hace una semana me pidió que apartara el día para conmemorar tal proeza. Las 11 horas, de un caluroso sábado y por más que le marcaba, no me contestaba, esperé.

Pasado el mediodía, el coraje de haber perdido el partido de fútbol no había sido el único. Una persiana que colocaron hace unos días se había caído a causa de un tornillo defectuoso, fui a reclamar y me dijeron que estarían en mi hogar, para repararla, a más tardar a las 14 horas. Ya tenía trabajo concertado así que tuve que salir. 15 horas y suena mi teléfono, una voz aguardientosa dice: Sr. Lira, ya estamos afuera de su hogar para reparar la persiana. No me pude contener y exploté, una vez más víctima de la impuntualidad, de la informalidad y todo para que al final sólo preguntara: ¿le marco el lunes o martes para ver cuando vuelvo? Únicamente había una respuesta posible….Si.

Durante el trabajo no ocurrió nada interesante, parte de mis labores es contestar que sí a todo. Soy asistente de producción y resolver cosas es mi especialidad, así que responder afirmativamente es el pan de cada día. Tuve una hora muerta e intenté comunicarme con mi amiga de nuevo, pero seguía sin contestar, así que le mandé un mensaje de texto. “No dejes de avisarme dónde será el festejo, yo me desocupo como a las 10.” Seguramente algún tipo la secuestró para festejar en privado y ya me jodieron el día, ¿o será que ya no estoy invitado? Decenas de hipótesis cruzaron mi mente, ninguna de ellas tenía una explicación simple.

La tarea final de mi trabajo consistía en algo muy simple, llevar una caja llena de documentos a Lieja #7, calle que sólo abarca de Avenida Chapultepec a Reforma, muy cerca del Metro Sevilla, exactamente a las 21 horas, en punto. Parece que ahora trabajamos como la mafia. La longitud de dicha calle no rebasa los 500 metros, pan comido, no ameritaba investigación previa. Había preguntado qué se encontraba en ese lugar y me dijeron que era un domicilio particular, cuánta sería mi sorpresa al encontrarme recorriendo esa calle una y otra vez, viendo el número 28, el 40 y el 44, pero seguía sin encontrar el maldito número 7. No podía ser posible, seguro me dieron el número equivocado, cruzando la calle, sólo había un vasto estacionamiento y un enorme edificio del gobierno federal. Tras varias llamadas la información correcta arribó, mi paquete tenía que ser entregado a un camión de pasajeros que estaría estacionado frente a Lieja #7 (el enorme edificio del gobierno federal), tenía que darme prisa porque si ese camión partía sin el paquete, estaba frito y ya eran las 21:40 horas. Así que ahí estaba…esquivando autos y corriendo con una caja que apenas podía cargar para alcanzar el camión, afortunadamente, lo logré.

22 horas, por fin terminé mi jornada laboral. Mi amiga nunca se comunicó, intenté pactar algo con otro amigo, pero fue inútil. Frustrado, me dirigí a mi hogar, regañado por el hombre que despacha gasolina, por no haberle preguntado si tenía cambio y pagarle $100 pesos de producto con un billete de $500. Mis 24 horas de responder –sí- a todo estaban a punto de terminar, sonó mi teléfono celular y un amigo me preguntó si quería ir al partido inaugural de los Pumas de la UNAM, al fin un poco de luz.

P.D. Los Pumas ganaron 2 a 0 y mi amiga no terminó con ningún tipo ni me excluyó del festejo, que se pospuso, simplemente olvidó su celular.